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jueves, 6 de agosto de 2015

Nací siendo malo.

Miles de cactus sedientos se extienden a lo largo de este desierto interminable y carente de sentido, como la superficie de marte al atardecer. Los escorpiones vagan hipnotizados sobre la arena enrojecida siguiendo el ritmo acompasado de los timbales que emerge del núcleo de la tierra. La fuerza del calor grita en silencio y una serpiente repta voluptuosa sobre la linea de asfalto que parte en dos el mundo, como un rayo negro en el océano de arena.
Mickey y Mallory cabalgan a toda velocidad sobre la montura roja con ruedas, propiedad de un tal Jory, que grita pidiendo auxilio en el maletero, arrepentido de no haberse tragado sus propias palabras en ese puto bar de carretera. No los había reconocido. De haber sabido quienes eran... bueno, nadie quiere joder a Mike y a Mallory.

-Me gustan tus tetas, nena.
'Puedes tocarlas' le había dicho ella desde el otro lado de la barra con una sonrisa inocente. Al principio no creyó que hablara en serio, pero cuando ella cogió su mano y la acercó a aquel pecho caliente... No todos los días se acariciaba un pecho en aquel antro.
Al fondo del bar un tipo con gafas de sol se reía a carcajadas.
'Cierra la boca, gilipollas o te voy a dar de hostias'

La chica, que iba descalza, le apartó la mano y se acercó al tocadiscos. Introdujo una moneda y al momento The Specials -Ghost Town- sonaba muy alto, como una marcha fúnebre. Ella bailaba para él como una serpiente encantada.
El hombre de las gafas, que ya no se reía, se acercó a él y le pidió un vaso de leche.
'No ves que estoy ocupado'
-Se nota que eres el dueño de este bar.- dijo el hombre. Jory se estaba hartando.
'¿Por qué?' preguntó sin apartar la mirada de ella.
-Porque si no, ya te habrían echado.
Antes de querer darse cuenta, Jory yacía en el suelo con una bala incrustada en su estómago.

-¿Te gusta mi chica eh, hijoputa?
No, no, no... 'cómo no me he dado cuenta', se dijo Jory mientras Mike lo arrastraba por el bar cogido del pelo, 'Son , Mike y Mallory'. La música seguía sonando.

-Tienes un coche precioso. Tenías.- corrigió Mike-  No porque deje de ser tu coche, si no porque  dejas de ser. 

El asfalto quemaba en el rostro de Jory mientras el Mustang rojo galopaba por la larga linea negra que cruza el desierto. Mike, al volante, apura las últimas gotas del brick de leche. Mallory aprieta sus pies desnudos contra la cabeza de Jory, imprimiendo una larga linea roja sobre la carretera que se extiende hasta donde alcanza la vista.





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